#01 | No me gusta nada que tengas lo mismo que yo
Ya se me ha hecho una costumbre rememorar la fecha en la que empecé a vivir con diabetes, es como un segundo cumpleaños y de 32 años que llevo en este mundo, hace 8 que tengo diabetes tipo 1, desde el 10/05/2010. Ahora tengo un aniversario nuevo, el del día que empecé a usar la bomba de insulina, que en un mes recién se cumplirá un año (ya hablaré más adelante de ese asunto). No pasan desapercibidas las fechas porque marcan un antes y un después, y cada año me encuentra en una reflexión distinta. Esta vez pienso mucho en mi abuelo. Él había tenido pancreatitis y la diabetes le quedó como secundario a eso. Me acuerdo que se tenía que medir la glucemia una sóla vez al día, y que también una sóla vez se inyectaba insulina, en la pierna. Nunca indagué mucho en eso, entendía básicamente el funcionamiento y quizá porque lo veía bien y en general la diabetes se relaciona con la gente mayor, no veía nada muy dramático en ese procedimiento y en cómo él lo llevaba adelante.
Cuando tuve mi debut diabético y quedé internada, recibí las visitas de familiares, varios amigos, papás de mis amigos, me sentí acompañada aunque estaba sola como nunca. Y lo que me quedó grabado hasta ahora, y estos días resuenan mucho más es la frase con la que me saludó mi abuelo el día que fue a visitarme con mi abuela al hospital. Me dijo: “no me gusta nada que tengas lo mismo que yo”. Creo, no sé bien por qué, que recién este último tiempo entendí mejor lo que me quiso decir y el peso que llevó todo ese tiempo.
Autorretrato con mi bici. 35mm, (2018) y retrato de mi abuelo. |
Mi abuelo Reinaldo era bicicletero y fotógrafo. En eso creo que sí le gustaba que tenga lo mismo que él.
Recomiendo:Fahrenheit 451, Novela de Ray Bradbury (1956)
“ -Escuche-dijo Granger... Cuando era niño, mi abuelo murió. Era escultor. También era un hombre muy bueno, tenía mucho amor que dar al mundo, y ayudó a eliminar la miseria en nuestra ciudad; y construía juguetes para nosotros, y se dedicó a mil actividades durante su vida; siempre tenía las manos ocupadas. Y cuando murió, de pronto me di cuenta de que no lloraba por él, sino por las cosas que hacía. Lloraba porque nunca más volvería a hacerlas, nunca más volvería a labrar otro pedazo de madera y no nos ayudaría a criar pichones en el patio ni tocaría el violín como él sabía hacerlo, ni nos contaría chistes. Formaba parte de nosotros, y cuando murió todas las actividades se interrumpieron, y nadie era capaz de hacerlas como él. Era individualista. Era un hombre importante. Nunca me he sobrepuesto a su muerte. A menudo, pienso en las tallas maravillosas que nunca han cobrado forma a causa de su muerte. Cuántos chistes faltan al mundo, y cuántos pichones no han sido tocados por sus manos. Configuró el mundo, hizo cosas en su beneficio. La noche en que falleció, el mundo sufrió una pérdida de diez millones de buenas acciones.”
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