#12 | El camino de la heroína

Cuando era chica y me preguntaban qué quería ser cuando fuera grande pasé por épocas de respuestas muy dispares: quise ser periodista; o estudiar ingeniería en sistemas; paleontología; arqueología; ingeniería genética; arquitectura; ¡quería ser astronauta!. 
Con el tiempo pude dilucidar que en realidad lo que más me interesaba eran las historias: la posibilidad de entrar y salir de mundos distintos de la mano de personajes diferentes. Yo en realidad no quería ser periodista, me gustaba que Clark Kent fuera periodista y el alterego de Superman; no iba a ser genetista, me encantaba la posibilidad de que unos científicos revivieran dinosaurios en un parque jurásico; y no quería saber todo sobre computadoras, me fascinaba la idea de que Neo, un hacker, fuera el elegido y nos liberara de la Matrix.
Siempre me gustaron las historias, y entendí que para mi, el cine iba a ser la llave que me permitiera entrar y salir de esos universos distintos: así yo podría edificar mundos. 

Estudié cine en la UBA, soy Diseñadora de Imagen y Sonido. Los años en la Universidad hicieron que me enamorara cada vez más del cine y me hechizara irreversiblemente con cada detalle de su construcción, pero al mismo tiempo descubrí que es un trabajo arduo y muchas veces sacrificado, que implica un gran cansancio físico y mental.

Completé mis estudios con mucha felicidad pero a los cinco meses de haber rendido mi última materia, a los 24 años, tuve mi debut con diabetes tipo 1. 
Esta parte de la historia más o menos todos la conocen, les debe haber pasado algo similar. Yo estaba extenuada, debilitada. Después de unos días de rápida desmejoría llegué deshidratada a la guardia; cuando me diagnosticaron quedé internada en la guardia y me conectaron un suero que se manifestó como un pequeño alivio en el remolino de novedades que todavía no llegaba a comprender. Lloré un poquito de cansancio y me quedé dormida.

Estuve cinco días internada, tiempo que fue como estar en un limbo. Aún no entendía mucho sobre lo que significaba realmente tener diabetes y mi principal miedo en ese momento se relacionaba con la idea de que tener una enfermedad crónica no era compatible con hacer cine: había atravesado toda una carrera para prepararme para dirigir películas, y de golpe un evento inesperado me hacía pensar que quizá nunca estaría a la altura de las circunstancias. 

Sin embargo me demostré lo contrario, al año de mi diagnóstico un guión mío ganaba una beca que me permitió planear la filmación de mi primer cortometraje, Perseo, y el mes pasado terminé de filmar mi quinto corto, en el marco de un proyecto social de cine para adultos mayores. 

Hoy dirijo, doy clases de fotografía y de cine, y continúo estudiando. 
Y justamente, como sigo estudiando e intentando reflexionar sobre el por qué nos gustan las historias, me encontré con “El camino del héroe”, o lo que el estudioso de mitos y leyendas Joseph Campbell llamó “monomito”, un mito que funciona como patrón arquetípico en distintas historias populares de diversas culturas a través del tiempo. Y es el arco narrativo de muchas de las películas que conocemos, lo que las vuelve épicas. 

El camino del héroe narra el despliegue de un conflicto que es la exteriorización de un dilema interno del personaje. Enfrentar ese dilema es lo que lo llevará a desarrollar una nueva identidad, expandida, la verdadera identidad del héroe que estaba dormida. 

Tengo diabetes tipo 1 hace nueve años, y desde el año pasado escribo un blog que se llama ¿Sueñan las Cosmonautas con bombas infusoras de insulina? así cumplí mi sueño de ser Cosmonauta pero además, es mi manera de darle un toque de ficción y épica a esto de vivir con diabetes. Así que hoy quiero contarles los pasos de “El camino de la heroína”.

En un principio la heroína se encuentra en su mundo ordinario, o sea, en la comodidad del mundo conocido, sin sobresaltos, y de golpe recibe un llamado a la aventura, un desequilibrio en su mundo: en mi caso, el llamado empezó con una sed tremenda y siguió con todos los síntomas que derivaron en la visita a la guardia que ya mencioné. Es un momento de gran incertidumbre, la heroína intenta negar el llamado, rechazar la aventura, porque tiene miedo. Teme profundamente al cambio y todo es abrumador: después de recibir el diagnóstico, y antes de quedarme dormida en la internación de la guardia, pensé “bueno, ahora que ya sé qué tengo, me dirán qué hacer y me vuelvo a casa”. Qué ingenuidad, el cambio ya estaba en marcha. 

La heroína aún no es del todo consciente de lo que está en juego y no quiere aceptar el llamado, entonces aquí se produce el encuentro con el mentor, el maestro iniciador. Yo tengo una mentora, mi diabetóloga, la Dra. Melano. La mentora le ayuda a ver a la heroína que es su vida la que está en riesgo, tiene mucho que perder, debe aceptar el llamado a la aventura y entender que el diagnóstico es irreversible, la diabetes no tiene cura y es el desafío que debe afrontar, aún a riesgo de que el camino destruya todo lo conocido, incluso su propia identidad. Pero la mentora sólo le puede brindar ciertas herramientas y mostrar el camino, es la heroína quien debe tomar coraje y cruzar el primer umbral, pasar del mundo ordinario al mundo extraordinario. La heroína se adentra en terreno desconocido y se genera una nueva expectativa que guiará la aventura: ¿Podrá Cosmonauta aprender a suplir todas las funciones de su páncreas? 

Entonces aparecen las pruebas, los aliados y los enemigos. La heroína empieza a implementar lo que está aprendiendo para superar las diversas pruebas que se le presentan, parece increíble todo lo que pasa en el cuerpo cuando una parte no funciona y hay que sustituir con tanto trabajo consciente para poder estar bien. Las pruebas tienen forma de hipoglucemias, de hiperglucemias, de conteo de hidratos de carbono, de cálculos de insulina antes de comer, de pinchazos. Podríamos estar toda la tarde mencionando pruebas. Los enemigos muchas veces aparecen para subestimar ese trabajo riguroso, desaniman a la heroína desde el desconocimiento, la hacen dudar de sus capacidades y su fortaleza. La tentación es abandonar, es todo muy difícil y cansador. Pero abandonar es perderse, no se puede volver atrás y hay muchas cosas que se pusieron en juego para que la heroína esté donde esté, no es casualidad, hay que seguir. Habiendo atravesado casi la mitad del camino, la heroína empieza a sentir que ya no es la misma que comenzó la aventura. Por suerte, en contrapartida, están los aliados, quienes pueden ser empáticos con la heroína y acompañarla con infinito cariño. 

Hasta aquí, las pruebas que se presentan son externas, la heroína debe luchar contra la desinformación que tienen otras personas sobre la diabetes y que aún así dan consejos, o prejuzgan o le tienen lástima. Seguirán apareciendo pruebas complicadas, la educación y el conocimiento sobre las reglas del nuevo mundo de la vida con diabetes harán que ya no sea tan fácil derrotar a la heroína. Una de mis últimas pruebas más difíciles, por ejemplo, fue contra la burocracia: la lucha con la obra social para obtener la bomba infusora de insulina que hoy estoy usando. La perseverancia genera su recompensa

Pero todavía falta uno de los obstáculos más difíciles de enfrentar, el que tiene que ver con el conflicto interno de la heroína, con el surgimiento del nuevo ser latente que estaba dormido y fue desplegándose a lo largo de la aventura, afianzándose. Llega entonces la entrada a la cueva profunda, aquí la heroína tiene una batalla contra sí misma. Una pelea entre su viejo yo que está muriendo y su nuevo yo (la nueva identidad) que está naciendo. La heroína entiende que su vida como la conocía ya no existe más y que ella misma se ha modificado. Recae una responsabilidad muy grande sobre ella, la nueva vida implica ordenar en el pensamiento miles de cuestiones, durante todo el día, todos los días. Vive haciendo una tarea que es la mayoría del tiempo imperceptible para cualquier otra persona, pero es de vital importancia para no tener complicaciones con su salud, y así y todo deberá atravesar numerosas frustraciones. Tendrá siempre a sus aliados, pero se sentirá sola, tiene una tarea pesadísima encomendada sólo a ella. Pero de pronto, la heroína tiene una revelación, la diabetes existió antes que ella y por ahora sigue existiendo: hay un universo del que forma parte y en el que puede ser útil con su experiencia y donde también puede dar y buscar refugio



Se acerca la batalla final, el climax, la heroína despliega sus habilidades adquiridas y puede demostrar en acto, todo lo que alguna vez fue potencia. Puede, por ejemplo, exponer su lado más vulnerable ante un auditorio lleno de personas que ella sabe que podrán comprenderla. No quedan dudas: nuestro personaje ha pasado por un viaje de muerte y resurrección. Ya no es aquella que era; se ha transformado profundamente: se ha asumido “heroína”.

Con diabetes podemos hacer todo, bueno, producir insulina no, pero con el resto no deberíamos tener problemas. Lo bueno es que podemos ser héroes sólo por un día, y encarnar otros arquetipos en la vida de los demás. Hoy, por ejemplo, espero haber sido una aliada para que comprendan lo heroicas y heroicos que son ustedes en sus propias aventuras. ¡Gracias! 



Comentarios

  1. FELICIDADES A LA PROTAGONISTA, MARÍA FLORENCIA POR ESTA HISTORIA TAN VERSÁTIL COMO ES LA VIDA CON DIABETES.

    ME ENCANTA LA MANERA EN QUE LA NARRA Y LA ANALOGÍA QUE HACE DE ELLA. PERO LO MEJOR FUE QUE ENCUENTRA ALGO QUE SUPERA TODOS LOS LÍMITES, EL QUE SU EXPERIENCIA PUEDE AYUDAR A OTROS.

    GRACIAS A ACTITUDES DE CONTINUA SUPERACIÓN COMO LA DE ESTA PROTAGONISTA ES QUE SE ENCUENTRA NO SOLO ESPERANZA EN EL MUNDO DE LA DIABETES, SINO UNA GUÍA FIRME QUE AYUDA A QUE OTROS INICIANDO O DESANIMADOS ENCUENTREN SU PROPIO CAMINO SALUDABLE CON DIABETES, SI ASÍ LO DECIDEN.

    FELICIDADES!!!

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