Ir al contenido principal

11 - La chica ilustrada

Voy a recurrir de nuevo a las imágenes. Estas dos fotos las tomé yo, en el mismo espacio. La primera, en blanco y negro, es del año 2010. La segunda, a color, es de este año. 


La verdad es que hasta hace unos días, en los que tuve que revisar mi archivo fotográfico por un trabajo, no recordaba la primera foto. Y al encontrarla (así como contaba en la entrada 09 - La seguridad de los objetos) me remontó a un momento bisagra en mi vida. Cuando revelé ese rollo y me entregaron los negativos escaneados, el archivo de la foto estaba al revés (creo que quien escaneó no la entendió) y se leía perfecto el “Welcome” (bienvenida) de la alfombrita ante la puerta de la casa de mi abuela. Era mayo de 2010 y hacía pocos días me habían dado el alta de la internación tras mi debut diabético y me pareció tan, pero tan significativa esa “bienvenida” que en aquel entonces la publiqué en la red social del momento (Flickr) con el título “(Just like) starting over” (O sea: “como empezar de nuevo”...Es una canción de Lennon, pero no tiene nada que ver). La cosa era que ahí, perdida, sin entender mucho sobre nada de lo que se me venía encima, intuía que eso que me estaba pasando era un comienzo nuevo, y que estaba siendo invitada a atravesar lo oscuro. Por eso quienes tenemos diabetes solemos recordar nuestro “diaversario” o “diabecumpleaños”. De alguna manera, empezamos otra vez.


Hace un tiempo leí que los árboles de la especie Ginkgo biloba, que vi en varios lugares de Buenos Aires, son de los más longevos que existen y se dice que luego de la explosión de la bomba atómica en Hiroshima en 1945 y de haber sido arrasados (como todo tras semejante explosión), los ginkgos volvieron a brotar. A ver, ¡volvieron a brotar!, resurgieron tras la oscuridad. Me siento tan identificada con estos arbolitos, que este año, en coincidencia con mi diaversario (aunque esto casi, casi de casualidad, no fue muy consciente) me tatué una hoja de Gingko. Sisí, me tatué aunque era el perfil menos esperado para decidir tatuarse (tanto es así que al verlo, familiares y amigas exclamaron “¿es de verdad?”, ¡ja!). Pero no es cualquier hoja, es una hoja diseñada con personalidad por Ann de dinosaurio, con total cariño y paciencia ante mi inexperiencia. Y el día en que me lo tatuó, era el día exacto en el que se cumplían nueve años desde que me dieron el alta.

En todo este nuevo tiempo de vida con diabetes pasé por todos los estados de ánimo, por frustraciones, momentos de más ímpetu, dolor, mucho cansancio. Y sé que la cosa sigue, que con diabetes vamos atravesando etapas y que todo sirve para aprender. 
Miro la segunda foto, la comparo con la primera, y comprendo que yo también voy logrando resurgir tras la oscuridad. 


Sobre controversias entre tatuaje y diabetes, y recomendaciones, 
me sirvió mucho leer a mis queridas Ana (Yo Diabetes): Un tatuaje con diabetes
 y a Caro (Blog Diabético tipo 1): Tatuajes y diabetes.


Comentarios